miércoles, 27 de noviembre de 2013

El Barroco


Trasfondo histórico

El Barroco fue un período de la historia en la cultura occidental originado por una nueva forma de concebir las artes visuales (el «estilo barroco») y que, partiendo desde diferentes contextos histórico-culturales, produjo obras en numerosos campos artísticos: literatura, arquitectura, escultura, pintura, música,ópera, danza, teatro, etc. Se manifestó principalmente en la Europa occidental, aunque debido al colonialismo también se dio en numerosas colonias de las potencias europeas, principalmente en Latinoamérica. Cronológicamente, abarcó todo el siglo XVII y principios del XVIII, con mayor o menor prolongación en el tiempo dependiendo de cada país. Se suele situar entre el Manierismo y el Rococó, en una época caracterizada por fuertes disputas religiosas entre países católicos y protestantes, así como marcadas diferencias políticas entre los Estados absolutistas y los parlamentarios, donde una incipiente burguesía empezaba a poner los cimientos del capitalismo.1
Como estilo artístico, el Barroco surgió a principios del siglo XVII(según otros autores a finales del XVI) en Italia —período también conocido en este país como Seicento—, desde donde se extendió hacia la mayor parte de Europa. Durante mucho tiempo (siglosXVIII y XIX) el término «barroco» tuvo un sentido peyorativo, con el significado de recargado, engañoso, caprichoso, hasta que fue posteriormente revalorizado a finales del siglo XIX por Jacob Burckhardt y, en el XX, por Benedetto Croce y Eugeni d'Ors. Algunos historiadores dividen el Barroco en tres períodos: «primitivo» (1580-1630), «maduro» o «pleno» (1630-1680) y «tardío» (1680-1750).2
Aunque se suele entender como un período artístico específico, estéticamente el término «barroco» también indica cualquier estilo artístico contrapuesto al clasicismo, concepto introducido por Heinrich Wölfflin en 1915. Así pues, el término «barroco» se puede emplear tanto como sustantivo como adjetivo. Según este planteamiento, cualquier estilo artístico atraviesa por tres fases: arcaica, clásica y barroca. Ejemplos de fases barrocas serían el arte helenístico, el arte gótico, el romanticismo o el modernismo.2
El arte se volvió más refinado y ornamentado, con pervivencia de un cierto racionalismo clasicista pero adoptando formas más dinámicas y efectistas y un gusto por lo sorprendente y anecdótico, por las ilusiones ópticas y los golpes de efecto. Se observa una preponderancia de la representación realista: en una época de penuria económica, el hombre se enfrenta de forma más cruda a la realidad. Por otro lado, a menudo esta cruda realidad se somete a la mentalidad de una época turbada y desengañada, lo que se manifiesta en una cierta distorsión de las formas, en efectos forzados y violentos, fuertes contrastes de luces y sombras y cierta tendencia al desequilibrio y la exageración.3
El término «barroco» proviene de un vocablo de origen portugués(barrôco), cuyo femenino denominaba a las perlas que tenían alguna deformidad (como en castellano el vocablo «barruecas»). Fue en origen una palabra despectiva que designaba un tipo de arte caprichoso, grandilocuente, excesivamente recargado.1 Así apareció por vez primera en el Dictionnaire de Trévoux (1771), que define «en pintura, un cuadro o una figura de gusto barroco, donde las reglas y las proporciones no son respetadas y todo está representado siguiendo el capricho del artista».4
Otra teoría lo deriva del sustantivo baroco, un silogismo de origen aristotélico proveniente de la filosofía escolástica medieval, que señala una ambigüedad que, basada en un débil contenido lógico, hace confundir lo verdadero con lo falso. Así, esta figura señala un tipo de razonamiento pedante y artificioso, generalmente en tono sarcástico y no exento de polémica. En ese sentido lo aplicó Francesco Milizia en su Dizionario delle belle arti del disegno (1797), donde expresa que «barroco es el superlativo de bizarro, el exceso del ridículo».4
El término «barroco» fue usado a partir del siglo XVIII con un sentido despectivo, para subrayar el exceso de énfasis y abundancia de ornamentación, a diferencia de la racionalidad más clara y sobria de la Ilustración. En ese tiempo, barroco era sinónimo de otros adjetivos como «absurdo» o «grotesco».1 Los pensadores ilustrados vieron en las realizaciones artísticas del siglo anterior una manipulación de los preceptos clasicistas, tan cercanos a su concepto racionalista de la realidad, por lo que sus críticas al arte seiscentista convirtieron el término «barroco» en un concepto peyorativo: en su Dictionnaire d'Architecture (1792), Antoine Chrysostome Quatremère de Quincy define lo barroco como «un matiz de lo extravagante. Es, si se quiere, su refinamiento o si se pudiese decir, su abuso. Lo que la severidad es a la sabiduría del gusto, el barroco lo es a lo extraño, es decir, que es su superlativo. La idea de barroco entraña la del ridículo llevado al exceso».4


Los músicos o compositores más importantes de la época.

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La inmensa mayoría de los compositores de la época barroca trabajaban al servicio de mecenas pertenecientes a la alta aristocracia o al alto clero: reyes, príncipes alemanes, cardenales, arzobispos o instituciones religiosas de posibles (como catedrales o conventos notables). Solían completar sus ingresos con la edición y venta de sus propias obras impresas. En todos los casos eran intérpretes que tocaban y dirigían sus propias obras, compuestas en general para las funciones indicadas por su patrón: liturgia, música de cámara, música ceremonial, etc.

Italia

Giovanni Gabrieli (1555-1612) es el principal exponente del Barroco temprano: su música contiene ya los estilos esenciales de la nueva época estética. Claudio Monteverdi (1567-1643) es el primer gran compositor del Barroco; inauguró el nuevo género operístico en Italia y Europa. Girolamo Frescobaldi (1578-1643) tuvo gran importancia en el desarrollo de la música para teclado, en particular por sus toccate para clave y sus canzone para órgano. A mediados de siglo sobresale Giovanni Legrenzi (1626-1690).
Arcangelo Corelli (1658-1711), Giuseppe Torelli y Alessandro Scarlatti (1660-1725) dominan la escena nacional de la segunda mitad del siglo XVII hasta principios del siglo XVIII. Ya en la primera mitad del siglo XVIII, Antonio Vivaldi (1678-1741), Tomaso Albinoni (1671-1751), Domenico Scarlatti (1685-1757) y Giuseppe Tartini (1692-1770) representan la cumbre y el ocaso barroco en su país.

Alemania

El nuevo estilo barroco fue aprendido en Venecia por un joven Heinrich Schütz (1585-1672), el más influyente músico en la primera mitad del siglo XVII alemán. De notable importancia son también Johann Hermann Schein (1586-1630), Samuel Scheidt (1587-1654) y Michael Praetorius (1571-1621), autor del tratado Syntagma Musicum.
En la segunda mitad del siglo XVII el organista Dietrich Buxtehude (1637-1707), visitado en Lübeck en 1705 por un joven Bach, es junto al violinista de la corte imperial vienesa Heinrich Ignaz Franz von Biber el más sobresaliente autor. Destacan asimismo los teclistas Johann Pachelbel (1653-1706) y Johann Jakob Froberger (1616-67), junto a Georg Muffat (1653-1704), privilegiado testigo de los diversos estilos musicales del momento. A caballo entre los siglos XVII y XVIII, Johann Kuhnau (1660-1722), predecesor de Bach como Kantor en Leipzig, Johann Joseph Fux (1660-1741), Johann Caspar Ferdinand Fischer (c. 1665-1746) y Georg Böhm(1661-1733) son los más prominentes compositores.
El Barroco musical llegó a su máxima madurez y esplendor en la primera mitad del siglo XVIII con uno de los compositores más importantes de la música universal, Johann Sebastian Bach(1685-1750), que agotó todas las posibilidades de la música barroca. Su fallecimiento marca tradicionalmente el fin del periodo.
Entre los restantes autores del Barroco alemán tardío cabe destacar al compositor operístico Reinhard Keiser (1674-1739), al tratadista Johann Mattheson (1681-1764), a Johann Adolph Hasse (1699-1783), Carl Heinrich Graun (1703-59) y un joven Händel (1685-1759) -hasta que en 1712 se fue a Inglaterra- y, sobre todo, a Georg Philipp Telemann (1681-1767), que marca igualmente el inicio de la transición de la música barroca hacia la música clásica de la segunda mitad del siglo XVIII en su país.

Inglaterra

Las peculiares condiciones históricas de la Inglaterra del XVII resultaron en una peculiar persistencia del estilo polifónico hasta bien entrado el siglo. Tras la restauración de 1660, John Blow (1649-1708) y su alumno Henry Purcell (1659-95) fueron los más destacados e influyentes autores.
En la primera mitad del siglo XVIII, Georg Friedrich Händel (1685-1759), desde su llegada en 1712 al país, es el más destacado e influyente autor y es considerado aún, junto con su paisano y coetáneo Bach, el más importante compositor del Barroco tardío. Después de Händel, la música inglesa vive un periodo de ocaso, aunque a mediados del siglo XVIII destacan Thomas Augustine Arne(1710-78) y William Boyce (1711-79).

Francia

El estilo se consolida con Jean-Baptiste Lully (1632-87), un italiano de nacimiento que introduce la ópera en Francia, siendo el verdadero dictador musical del siglo XVII en ese país gracias a su talento y a su posición de influencia sobre Luis XIV. También sobresale en el mismo siglo Marc Antoine Charpentier (1640-1703), máximo rival de Lully.
En torno al cambio de siglo François Couperin (1668-1733) es el más importante autor. Louis Marchand (1669-1732) es hoy especialmente conocido por su duelo musical con Bach de 1717. Jean-Philippe Rameau (1683-1764) es, junto con Couperin, la cumbre barroca nacional y el cénit de la ópera barroca francesa en la primera mitad del siglo XVIII, siendo en los últimos años testigo del cambio del Barroco al Clasicismo en su país.

España

En España sobresalieron Gaspar Sanz, Juan Cabanilles, Antonio de Literes, el Padre Soler, Juan Hidalgo, Sebastián Durón, José Marín, José de Nebra, Francisco Corselli, José de Torres, Jaime Facco, Joaquín García de Antonio y Tomás de Torrejón y Velasco. Por entonces vivieron en España, donde compusieron la mayor parte de sus obras, los italianos Domenico Scarlatti y Luigi Boccherini. Fue muy importante la actividad musical durante el reinado de Fernando VI, un gran amante de este arte. Por otro lado, la ópera no fue asimilada sino hasta el siglo XVIII. En su lugar se llevaron a cabo las zarzuelas.
En las colonias españolas en América también hubo actividad musical, principalmente en Perú con compositores -como el milanés Roque Ceruti-, Juan de Araujo, José de Orejón y Aparicio, cantantes, instrumentistas. Mucha de esta música aún se conserva y ejecuta.

Obras representativas del Barroco
Año
Obra
Compositor
1607
Orfeo (ópera)
1635
Fiori musicali
1640
Selva morale e spirituale
1676
1689
1700
Sonatas para violín y bajo continuo op. 5
1717
1722
1722-44
Johann Sebastian Bach
1724
Georg Friedrich Händel
1725
1727
1713-30
4 libros de órdenes
1733
Tafelmusik
1738
1742
Georg Friedrich Händel
1749-50
1728-1750


Pintores o escritores más importantes.


La pintura barroca tuvo un marcado acento diferenciador geográfico, ya que su desarrollo se produjo por países, en diversas escuelas nacionales cada una con un sello distintivo. Sin embargo, se percibe una influencia común proveniente nuevamente de Italia, donde surgieron dos tendencias contrapuestas: el naturalismo (también llamado caravagismo), basado en la imitación de la realidad natural, con cierto gusto por el claroscuro —el llamado tenebrismo—; y el clasicismo, que es igualmente realista pero con un concepto de la realidad más intelectual e idealizado. Posteriormente, en el llamado «pleno barroco» (segunda mitad del siglo XVII), la pintura evolucionó a un estilo más decorativo, con predominio de la pintura mural y cierta predilección por los efectos ópticos (trompe-l'oeil) y las escenografías lujosas y exuberantes.
La literatura barroca, como el resto de las artes, se desarrolló bajo preceptos políticos absolutistas y religiosos contrarreformistas, y se caracterizó principalmente por el escepticismo y el pesimismo, con una visión de la vida planteada como lucha, sueño o mentira, donde todo es fugaz y perecedero, y donde la actitud frente a la vida es la duda o el desengaño, y la prudencia como norma de conducta.88 Su estilo era suntuoso y recargado, con un lenguaje muy adjetivado, alegórico y metafórico, y un empleo frecuente de figuras retóricas. Los principales géneros que se cultivaron fueron la novela utópica y la poesía bucólica, que junto al teatro —que por su importancia se trata en otro apartado—, fueron los principales vehículos de expresión de la literatura barroca. Como ocurrió igualmente con el resto de las artes, la literatura barroca no fue homogénea en todo el continente, sino que se formaron diversas escuelas nacionales, cada una con sus peculiaridades, hecho que fomentó el auge de las lenguas vernáculas y el progresivo abandono del latín.
La escultura barroca adquirió el mismo carácter dinámico, sinuoso, expresivo, ornamental, que la arquitectura —con la que llegará a una perfecta simbiosis sobre todo en edificios religiosos—, destacando el movimiento y la expresión, partiendo de una base naturalista pero deformada a capricho del artista. La evolución de la escultura no fue uniforme en todos los países, ya que en ámbitos como España y Alemania, donde el arte gótico había tenido mucho asentamiento —especialmente en la imaginería religiosa—, aún pervivirían ciertas formas estilísticas de la tradición local, mientras que en países donde el Renacimiento había supuesto la implantación de las formas clásicas (Italia y Francia) la perduración de estas es más acentuada. Por temática, junto a la religiosa tuvo bastante importancia la mitológica, sobre todo en palacios, fuentes y jardines.

Eventos históricos y culturales de la época


El siglo XVII fue por lo general una época de depresión económica, consecuencia de la prolongada expansión del siglo anterior causada principalmente por el descubrimiento de América. Las malas cosechas conllevaron el aumento del precio del trigo y demás productos básicos, con las subsiguientes hambrunas. El comercio se estancó, especialmente en el área mediterránea, y solo floreció en Inglaterra y Países Bajos gracias al comercio con Oriente y la creación de grandes compañías comerciales, que sentaron las bases del capitalismo y el auge de la burguesía. La mala situación económica se agravó con las plagas de peste que asolaron Europa a mediados del siglo XVII, que afectaron especialmente a la zona mediterránea. Otro factor que generó miseria y pobreza fueron las guerras, provocadas en su mayoría por el enfrentamiento entre católicos y protestantes, como es el caso de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).10 Todos estos factores provocaron una grave depauperación de la población; en muchos países, el número de pobres y mendigos llegó a alcanzar la cuarta parte de la población.11
Por otro lado, el poder hegemónico en Europa basculó de la España imperial a la Francia absolutista, que tras la Paz de Westfalia (1648) y la Paz de los Pirineos(1659) se consolidó como el más poderoso estado del continente, prácticamente indiscutido hasta la ascensión de Inglaterra en el siglo XVIII. Así, la Francia de los Luises y la Roma papal fueron los principales núcleos de la cultura barroca, como centros de poder político y religioso —respectivamente— y centros difusores del absolutismo y el contrarreformismo. España, aunque en decadencia política y económica, tuvo sin embargo un esplendoroso período cultural —el llamado Siglo de Oro— que, aunque marcado por su aspecto religioso de incontrovertible proselitismo contrarreformista, tuvo un acentuado componente popular, y llevó tanto a la literatura como a las artes plásticas a cotas de elevada calidad. En el resto de países donde llegó la cultura barroca (Inglaterra, Alemania, Países Bajos), su implantación fue irregular y con distintos sellos peculiarizados por sus distintivas características nacionales.12
Sesión del Concilio de Trento, cuadro de Tiziano.
El Barroco se forjó en Italia, principalmente en la sede pontificia, Roma, donde el arte fue utilizado como medio propagandístico para la difusión de la doctrina contrarreformista.nota 6 La Reforma protestante sumió a la Iglesia Católica en una profunda crisis durante la primera mitad del siglo XVI, que evidenció tanto la corrupción en numerosos estratos eclesiásticos como la necesidad de una renovación del mensaje y la obra católica, así como de un mayor acercamiento a los fieles. El Concilio de Trento(1545-1563) se celebró para contrarrestar el avance del protestantismo y consolidar el culto católico en los países donde aún prevalecía, sentando las bases del dogma católico(sacerdocio sacramental, celibato, culto a la Virgen y los santos, uso litúrgico del latín) y creando nuevos instrumentos de comunicación y expansión de la fe católica, poniendo especial énfasis en la educación, la predicación y la difusión del mensaje católico, que adquirió un fuerte sello propagandístico —para lo que se creó la Congregación para la Propagación de la Fe—. Este ideario se plasmó en la recién fundada Compañía de Jesús, que mediante la predicación y la enseñanza tuvo una notable y rápida difusión por todo el mundo, frenando el avance del protestantismo y recuperando numerosos territorios para la fe católica (Austria, Baviera, Suiza, Flandes, Polonia). Otro efecto de la Contrarreforma fue la consolidación de la figura del papa, cuyo poder salió reforzado, y que se tradujo en un ambicioso programa de ampliación y renovación urbanística de Roma, especialmente de sus iglesias, con especial énfasis en la Basílica de San Pedro y sus aledaños. La Iglesia fue el mayor comitente artístico de la época, y utilizó el arte como caballo de batalla de la propaganda religiosa, al ser un medio de carácter popular fácilmente accesible e inteligible. El arte fue utilizado como un vehículo de expresión ad maiorem Dei et Ecclesiae gloriam, y papas como Sixto V, Clemente VIII, Pablo V, Gregorio XV, Urbano VIII, Inocencio X y Alejandro VII se convirtieron en grandes mecenas y propiciaron grandes mejoras y construcciones en la ciudad eterna, ya calificada entonces como Roma triumphans, caput mundi («Roma triunfante, cabeza del mundo»).13
Culturalmente, el Barroco fue una época de grandes adelantos científicos: William Harvey comprobó la circulación de la sangre; Galileo Galilei perfeccionó el telescopio y afianzó la teoría heliocéntrica establecida el siglo anterior por Copérnico y Kepler; Isaac Newton formuló la teoría de la gravitación universal; Torricelli inventó el barómetro. Francis Bacon estableció con su Novum Organum el método experimental como base de la investigación científica, poniendo las bases delempirismo. Por su parte, René Descartes llevó a la filosofía hacia el racionalismo, con su famoso «pienso, luego existo».14
Debido a las nuevas teorías heliocéntricas y la consecuente pérdida del sentimiento antropocéntrico propio del hombre renacentista, el hombre del Barroco perdió la fe en el orden y la razón, en la armonía y la proporción; la naturaleza, no reglamentada ni ordenada, sino libre y voluble, misteriosa e inabarcable, pasó a ser una fuente directa de inspiración más conveniente a la mentalidad barroca. Perdiendo la fe en la verdad, todo pasa a ser aparente e ilusorio (Calderón: La vida es sueño); ya no hay nada revelado, por lo que todo debe investigarse y experimentarse. Descartes convirtió la duda en el punto de partida de su sistema filosófico: «considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños» (Discurso del método, 1637).15 Así, mientras la ciencia se circunscribía a la búsqueda de la verdad, el arte se encaminaba a la expresión de lo imaginario, del ansia de infinito que anhelaba el hombre barroco. De ahí el gusto por los efectos ópticos y los juegos ilusorios, por las construcciones efímeras y el valor de lo transitorio; o el gusto por lo sugestivo y seductor en poesía, por lo maravilloso, sensual y evocador, por los efectos lingüísticos y sintácticos, por la fuerza de la imagen y el poder de la retórica, revitalizados por la reivindicación de autores como Aristóteles o Cicerón.16
La cultura barroca era, en definición de José Antonio Maravall, «dirigida» —enfocada en la comunicación—, «masiva» —de carácter popular— y «conservadora» —para mantener el orden establecido—. Cualquier medio de expresión artístico debía ser principalmente didáctico y seductor, debía llegar fácilmente al público y debía entusiasmarle, hacerle comulgar con el mensaje que transmitía, un mensaje puesto al servicio de las instancias del poder —político o religioso—, que era el que sufragaba los costes de producción de las obras artísticas, ya que Iglesia y aristocracia —también incipientemente la burguesía— eran los principales comitentes de artistas y escritores. Si la Iglesia quería transmitir su mensaje contrarreformista, las monarquías absolutas vieron en el arte una forma de magnificar su imagen y mostrar su poder, a través de obras monumentales y pomposas que transmitían una imagen de grandeza y ayudaban a consolidar el poder centralista del monarca, reafirmando su autoridad.17
Por ello y pese a la crisis económica, el arte floreció gracias sobre todo al mecenazgo eclesiástico y aristocrático. Las cortes de los estados monárquicos —especialmente los absolutistas— favorecieron el arte como una forma de plasmar la magnificencia de sus reinos, un instrumento propagandístico que daba fe de la grandiosidad del monarca (un ejemplo paradigmático es la construcción de Versalles por Luis XIV). El auge del coleccionismo, que conllevaba la circulación de artistas y obras de arte por todo el continente europeo, condujo al alza del mercado artístico. Algunos de los principales coleccionistas de arte de la época fueron monarcas, como el emperador Rodolfo II, Carlos I de Inglaterra, Felipe IV de España o la reina Cristina de Suecia. Floreció notablemente el mercado artístico, centrado principalmente en el ámbito holandés (Amberes y Ámsterdam) y alemán (Núremberg y Augsburgo). También proliferaron las academias de arte —siguiendo la estela de las surgidas en Italia en el siglo XVI—, como instituciones encargadas de preservar el arte como fenómeno cultural, de reglamentar su estudio y su conservación, y de promocionarlo mediante exposiciones y concursos; las principales academias surgidas en el siglo XVII fueron la Académie Royale d'Art, fundada en París en 1648, y la Akademie der Künste de Berlín (1696)18

Características generales de la música


·         La polarización de la textura hacia las voces extremas (aguda y grave). Aunque se sigue escribiendo música a cuatro y cinco voces, estas no son ya de similar importancia, sino que se destacan la voz superior y el bajo, abreviándose la escritura de las intermedias en el llamado bajo continuo; esta textura suele llamarse bipolar o de monodia acompañada.
·         La presencia obligatoria del bajo continuo: junto a la línea melódica más grave (el bajo) se escriben unas cifras que resumen la armonía de las voces superiores. El bajo continuo era interpretado habitualmente por uno o varios instrumentos melódicos graves (violonchelo, viola da gamba, fagot...) más un instrumento armónico que improvisaba los acordes (clave, órgano positivo, laúd, arpa...).
·         El desarrollo de la armonía tonal, en la que el movimiento melódico de las voces queda supeditado a la progresión de acordes funcionales, armados desde el bajo continuo. El ritmo armónico es rápido (cambio frecuente de acorde).
·         El ritmo del propio bajo establece un compás claro y sencillo (sea binario o ternario), muy uniforme, incluso mecánico.
·         El desarrollo de un lenguaje instrumental propio diferenciado del vocal, con adaptación de la escritura musical a cada tipo de instrumento (escritura idiomática). En los teatros de ópera aparece la orquesta, con predominio de instrumentos de cuerda frotada, base de la actual orquesta sinfónica.
·         La aparición de nuevas formas vocales e instrumentales: la ópera, el oratorio y la cantata entre las primeras, y el concierto, la sonata y la suite entre las segundas.
·         El gusto por los fuertes contrastes sonoros (entre coros, entre familias instrumentales o entre solista y orquesta), materializado en la policoralidad y el «estilo concertante», por oposición a la uniformidad de texturas y timbres habitual en el Renacimiento.
·         El amplio espacio dejado a la improvisación, tanto en obras libres como en las ya escritas, en forma de ornamentación.
·         Surgimiento de la fuga como epítome del intelecto musical del barroco.

Tipos de composiciones y formas de la música coral e instrumental 

La emancipación de la música instrumental respecto de la vocal conduce a una clara separación entre géneros instrumentales y géneros vocales. La música instrumental alcanzó pronto su madurez con la creación de formas como la sonata, el concierto y la suite, de gran trascendencia posterior.
Los géneros vocales eran divididos ya en la época entre teatrales y religiosos: entre los primeros se cuenta la gran creación del Barroco musical, la ópera, mientras a los religiosos se adscriben formas nuevas como el oratorio y la cantata, junto a antiguas como el motete y la misa.

La música vocal

A principios del siglo XVI surge el tipo de cantante sometido de niño a una castración para conservar su voz aguda llamado castrato.

La ópera

Las corrientes humanistas, en particular la Camerata Florentina, buscaban ya a finales del XVI una puesta al día del antiguo teatro griego, basándose sin embargo en formas musicales recientes, como el drama litúrgico, el drama pastoral, las comedias madrigalescas con figuras de la commedia dell'arte y los intermezzi teatrales. Los sucesivos experimentos en los que la música vocal se combinaba con danzas y escenas teatrales habladas forjaron finalmente un espectáculo musicalmente continuado, en que estas escenas habladas eran sustituidas por recitativos: había nacido la ópera. Entre las primeras conservadas se cuentan la Dafne de Jacopo Peri, cuyo tema fue significativamente tomado de Las metamorfosis de Ovidio, y Eurídice, también de Jacopo Peri de la cual solo se conservan algunos fragmentos. Pero fue Monteverdi con su Orfeo (1607) quien consolidó la forma.
La evolución posterior y su fusión con otras formas músico-teatrales acabó convirtiendo a la ópera barroca en una representación teatral íntegramente musicada en la que se suceden números de cuatro tipos:
·         Recitativos, en los que los cantantes hacen avanzar los diálogos de la obra dramática en un canto silábico apenas acompañado por el bajo continuo.
·         Arias, verdadero núcleo musical de la ópera. Son números solísticos líricos y muy elaborados, a menudo virtuosos, al servicio del lucimiento del cantante y del puro deleite musical (aun a costa del decurso teatral, aquí suspendido). Hacia el final del periodo se impuso la forma A-B-A, llamada aria da capo.
·         Números instrumentales ejecutados por la orquesta desde el foso, como la sinfonía inicial y, sobre todo, las danzas bailadas en escena.
·         Coros, generalmente a cuatro voces, a imitación de los coros del teatro griego.
La ópera se impuso como el gran espectáculo de la época en toda Europa: además de en toda Italia, se representaron regularmente en lugares como Viena, Londres, Hamburgo, Dresde, Hannover, Múnich y París. Con la notable excepción de Francia, el italiano siguió siendo el idioma de los libretos, y la temática casi siempre mitológica: era la llamada opera seria, arena del triunfo de los compositores con pretensiones de éxito del Barroco.
Paralelamente aparecieron géneros músico-teatrales más populares, en lengua vernácula, con personajes contemporáneos (a menudo de clase baja), tramas a veces humorísticas y pasajes hablados en lugar de recitativos. Estos espectáculos se introducían bien a modo de intermedio entre los actos de la ópera seria o bien como obras independientes; recibieron diversos nombres en cada país: singspiel (Alemania), zarzuela (España), opera buffa e intermezzi (Italia), opéra-comique (Francia), etc.

El oratorio

Musicalmente casi idéntico a la ópera (aunque con más énfasis en los coros), solía tener una temática religiosa y no era escenificado (esto es, era ejecutado al modo de las actuales "versiones de concierto"). A diferencia de la ópera, casi siempre en italiano, los oratorios solían escribirse en lengua vernácula. El más famoso ejemplo es El Mesías de Händel.
Un caso particular de oratorio, representado en las iglesias protestantes de la época, era la Pasión, obra de larga duración que relataba, en recitativo, el texto evangélico de la Pasión de Jesucristo, con arias y corales insertados. La Pasión según san Mateo de Bach es su más ilustre ejemplo.

La cantata

La asunción de la monodia, el recitativo y el estilo concertante por la música de iglesia dio lugar a una nueva forma musical, la cantata, obra de uso litúrgico que intercalaba sinfonías instrumentales, recitativos, arias y coros. La composición y ejecución de nuevas cantatas religiosas en lengua vernácula era parte de las obligaciones cotidianas de los músicos de los países luteranos, caso de Bach en Leipzig: allí compuso más de doscientas.
Se escribieron también cantatas profanas, especie de mini óperas de cámara habitualmente formadas por la secuencia Recitativo-Aria-Recitativo-Aria. Con frecuencia tienen un carácter vanguardista por estar dirigidas a una audiencia selecta y culta. Aunque Alessandro Scarlatti fue el más prolífico autor del género2 , son sin embargo más conocidas la Cantata del café de Bach o las compuestas por Händel, en italiano, durante su estancia en Roma.

El motete

El motete es una forma musical ya marginal en el Barroco. La denominación se reserva para ciertas composiciones religiosas corales escritas a varias voces iguales, frecuentemente en un estilo obsoleto. En el siglo XVII mantuvo cierta vigencia en Alemania e Italia, y en el XVIII aún se usaba a veces la palabra para designar algunas cantatas de estilo concertante.

La música instrumental

El Barroco conoció la transformación de los instrumentos renacentistas hacia modelos dinámicamente más flexibles y vio aparecer la orquesta en el sentido moderno del término. Nacida durante el siglo XVI en ambientes populares, la familia del violín (violines, violas, violonchelos) alcanzó su grado máximo de perfección constructiva en el XVII, hasta el punto de que entonces quedaron fijados los modelos que, en lo fundamental, han sido reproducidos durante los trescientos años siguientes, gracias a la labor de familias de artesanos como los Stradivari y los Amati. Paralelamente a ella sobrevivió a pleno rendimiento la fabricación de violas da gamba, extinguidas sin embargo hacia el final del periodo. Los instrumentos de madera fueron radicalmente transformados por la familia Hotteterre en la corte francesa de Versalles, apareciendo entonces el oboe, el fagot y la flauta travesera barroca. Por otra parte, se siguen utilizando instrumentos de otras épocas como el sacabuche, la trompeta y la trompa, ambos sin pistones.
La música instrumental, que en la época anterior dio el primer asomo en la música académica, tuvo un auge sin precedentes en los siglos XVII y XVIII; por primera vez en la historia, la música vocal e instrumental estaban en plena igualdad. Hubo un gran florecimiento en formas musicales, técnicas, intérpretes y compositores, que poseían ya un profundo conocimiento de la técnica de los instrumentos, al servicio de una fuerte expresión emocional: son típicos testimonios como el de François Raguenet sobre el violinista Arcangelo Corelli quien, cuando tocaba en público, "perdía el dominio de sí mismo".

Formas solísticas: preludios, tocatas, fantasías y fugas

Los preludios, fantasías o tocatas son piezas para un instrumento solista (generalmente de teclado) de carácter improvisatorio; como tales, suelen ser rapsódicas, cargadas de ornamentación, de forma y compás poco definidos y de textura variable 3 . Esas piezas improvisatorias solían ir seguidas de una fuga (a 2, 3, 4 ó 5 voces): forma derivada del antiguo ricercare, en ella una breve melodía llamada sujeto es presentada inicialmente en cada una de las voces y desarrollada después en contrapunto imitativo.
Fuga es un procedimiento musical en el cual se superponen ideas musicales llamadas sujetos. Su composición consiste en el uso de la polifonía vertebrada por el contrapunto entre varias voces o líneas instrumentales (de igual importancia) basado en la imitación o reiteración de melodías en diferentes tonalidades y en el desarrollo estructurado de los temas expuestos. Cuando esta técnica se usa como parte de una pieza mayor, se dice que es una sección fugada o un fugato. Una pequeña fuga se llama fughetta.
Hasta el final de la Edad Media el término fuga fue ampliamente utilizado para describir las estructuras y obras canónicas, en el renacimiento servía para designar específicamente a los trabajos basados en la imitación. No será sino hasta el Siglo XVII cuando fuga cobraría el significado que se mantiene en la actualidad.
La fuga es la manifestación técnica y artística más madura y libre de la escritura contrapuntística. Es imposible encasillar todas las fugas escritas bajo un solo patrón uniforme. Cada una difiere en uno u otro detalle estructural de las demás, aunque se pueden incluir en dos grandes grupos: la fuga libre y la fuga de escuela o escolástica. En esta última la estructura es fija e imperturbable y sigue unos patrones estructurales, formales y de modulación preestablecidos. Hay musicólogos que se niegan a describir la fuga como una forma musical, prefiriendo hablar de procedimiento fugal o de textura en lugar de forma, debido a la gran variedad de formas que puede asumir la combinación de elementos de una fuga.
Los antecedentes de la fuga son el ricercar y la canzona, formas desarrolladas en los siglos XVI y XVII. La fuga, en su sentido actual, aparece junto a la fantasía en la obra Nova de Tabulature (1624) de Scheidt. Otra clase de fuga emergió de las toccatas de Froberger y de Buxtehude, y así la idea de incluir partes fugadas en la Toccata conducido a la combinación del preludio y fuga. La Ariadne Musica de Fischer (1702) es una colección de preludios y fugas en las diferentes tonalidades y fueron precursoras de El clave bien temperado de Johann Sebastian Bach.
Johann Sebastian Bach es el más destacado. Llevó la fuga a máximo esplendor en su obra El arte de la fuga (1749-1750).
La época barroca musical se destaca por su definición y se caracteriza por la unidad y coherencia armónicas en la polifonía y el contrapunto. Existen además otras formas de música contrapuntística, aparte de la gran variedad que nos ofrece Bach. En la Edad Media no se valoraba la armonía de igual forma que la melodía. En la época de Palestrina, el problema de la armonía se miraba desde un punto de vista distinto al de Bach. Pero la característica más importante de todas las formas de música contrapuntística es el interés independiente de las diferentes líneas melódicas en combinación unas con otras. Esto ocasionó que muchos compositores encontrasen en la fuga el máximo exponente del razonamiento musical barroco.
Dos pilares fundamentales sustentan la música barroca en general: a) el empleo de la frase, o tema cuya melodía y ritmo son claramente reconocibles y b) la imitación, o reafirmación de la frase, en una voz distinta a la original y en diferentes alturas. (La imitación satisface un fuerte impulso de la naturaleza humana y en la música tiene mucha importancia).
Este cambio de estilo y la proliferación de músicos que se esfuerzan en seguir las tendencias europeas en la música con la máxima solvencia favorecen el refinamiento máximo de la música, y por ende, de la fuga en esta época.
Interés rítmico de marcada independencia en cada una de las voces es la base de la fuga. En la escritura contrapuntística y en el Barroco, el ritmo es de tal importancia que la imitación de una frase es a menudo más conscientemente rítmica que melódica. Esto se debe a que el oído (el oído poco entrenado, o profano) está poco capacitado para seguir varias líneas melódicas simultáneamente, pero en cambio es tremendamente sensible para distinguir variaciones rítmicas.
Todas estas premisas hicieron que la fuga fuese uno de los artes más valorados y codiciados por músicos y público respectivamente.
Observemos que, por lo general, cuanto más complicada es la textura de una pieza contrapuntística, más simple es la base de sus acordes. Los tres primeros compases de la mayoría de las invenciones a tres voces (sinfonías) de Bach, muestran todos estos puntos de una forma muy detallada.
La fuga tuvo su época dorada entre los siglos XVII y XVIII, gracias a ilustres músicos del renacimiento tardío y el barroco:
·         D. Buxtehude (1637-1707)
·         J. Pachelbel (1653-1706)
·         G. F. Händel (1685-1759)
·         J. S. Bach (1685-1750)

 

La sonata

Al igual que la palabra cantata designa una composición para canto solista y bajo continuo, la palabra sonata designa en el Barroco una composición para ser "sonada", esto es, para uno o dos instrumentos (sonata a solo o sonata en trío, respectivamente) más el habitual bajo continuo. La combinación más habitual incluía violín, flauta travesera u oboe para la o las voces superiores, más violoncello y un instrumento de acordes (órgano, clave, arpa, laúd...) para el continuo: su textura muestra la polarización de voces típica del Barroco. Derivada de la canzona del Barroco temprano, la sonata solía dividirse en tres o cuatro movimientos de carácter y tempo contrastantes: típica es la secuencia Largo-Allegro-Adagio-Allegro.4
La sonatas destinadas a la iglesia (sonate da chiesa) solían consistir en movimientos de forma libre, que incluían algún fugado entre los rápidos. Las destinadas a las salas civiles (sonate da camera) incluían movimientos de danza bipartitos, al modo de la suite. Entre los más célebres autores de sonatas están Corelli, Vivaldi y Bach. A mediados del siglo XVIII la palabra sonata designó también obras para tecla, tales como las más de quinientas sonatas para clave de Domenico Scarlatti.

El concerto grosso

Fue sólo a finales del XVII cuando se consolidó el concepto de orquesta, como conjunto en el que varios instrumentos de cuerda interpretan al unísono una misma línea melódica, de suerte que una música escrita a tres o cuatro voces (esto es, en partitura de tres o cuatro pentagramas) podía ser interpretada por un conjunto de hasta quince o veinte músicos. Nació así la posibilidad de alternar pasajes para la masa orquestal completa (tutti o concerto grosso) con otros para los solistas del conjunto (concertino, habitualmente formado por dos violines y un violoncello). A las obras así escritas se les llamó concerti grossi.
Tras su primera aparición en la escuela de Bolonia, los concerti grossi fueron difundidos por toda Europa gracias a las publicaciones de Arcangelo Corelli; consistentes inicialmente en meras sonatas en trío en las que cada pasaje era repetido por el tutti tras ser tocado por el concertino, las partes solísticas ganaron en sofisticación y dificultad técnica hasta diferenciarse temática y musicalmente de las partes orquestales: nació así el concierto solista virtuoso en tres movimientos (típicamente Allegro-Adagio-Presto), fijado por Vivaldi y que traspasó épocas musicales al punto de estar aún vigente como forma musical. Importantes centros del género instrumental concertante fueron Módena, Bolonia y Venecia.

La suite

Una suite es una sucesión de movimientos o piezas de danza que se interpretan seguidas (en francés, suite). Su secuencia mínima clásica incluía:
·         Allemande: danza alemana de compás cuaternario y tempo moderado.
·         Courante: movimiento que generalmente es un poco más rápido que el anterior, de compás ternario y frecuentes hemiolias.
·         Zarabanda: danza lenta de compás ternario que acentúa característicamente su segundo pulso, de origen español.
·         Giga: danza rápida en diversos compases de subdivisión ternaria, de origen irlandés.
A las que se podía añadir una obertura inicial más otras danzas tras la giga, elegidas libremente, como por ejemplo:
·         Minué: de compás ternario parecido al del vals. La suite suele contener dos minués emparejados.
·         Rondó: pequeña pieza basada en la repetición de un tema (A), con intrusiones (B, C, D, etc.).
De carácter aristocrático, vigoroso rítmicamente y muy sofisticado en lo melódico, la suite se derivó de los ballets de cour de la corte francesa de Versalles y acabó infiltrándose en toda la música instrumental francesa, alemana e incluso italiana, tanto para instrumentos solistas (clave, laúd) como para grupos de cámara o conjunto orquestal. Su transformación en música camerística estilizó sus piezas a costa de su original carácter danzable.


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